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miércoles, 28 de marzo de 2012

Fanáticos!

Pigüé, lunes 26 de marzo de 2012.

Querida prima Bárbara:

Supongo que en Italia ya estarás disfrutando de la llegada de la primavera, después de un invierno con tanta nieve.

Sueño que algún día iré a las playas de Porto Recanati para bañarme en las aguas del Adriático en las que nadaba mi abuelo Albino Camerucci.

He pensado mucho lo que me dijiste en tu última carta, sobre la historia de los fanáticos en Europa, que tanto los sufrió. Basta con mencionar a dos fanáticos enfermos: Adolfo en Alemania, y Benito en Italia.

Tal vez debería comenzar diciendo que soy un fanático del No fanatismo....!

Pero además de que suena contradictorio, y confuso, este juego de palabras intenta expresar un sentimiento que vengo observando hace rato ya... porque está presente en los hechos de nuestra vida cotidiana y luego en hechos graves de nuestra vida cotidiana. La de los humanos en general, no sólo de los argentinos. Supongo que en Italia y Europa pueden suceder cosas parecidas.

Desde hace un tiempo aprendí que no es bueno ser, o manifestarse fanático por algo. Por lo que sea. Ni siquiera por lo más mínimo o por aquellas cosas que aparentan ser insignificantes o inocentes.

El fanatismo es una pasión exacerbada, desmedida. Lo más común es que se exprese particularmente hacia una causa religiosa o política, o hacia un pasatiempo o hobby.

Uno suele decir: “soy fanático de tal equipo de fútbol, o soy fanático de tal artista...”.

Y cuando uno lo dice, suele invocar otros sentimientos irracionales, como la pasión por tal camiseta, el “amor inexplicable” por tal “club de mis amores”, y entonces, de ahí, de esa manifestación cuasi inocente o supuestamente amorosa, a la acción desenfrenada y violenta... hay medio paso si se cuenta con las condiciones necesarias. Y todo parece estar justificado por esa “pasión inexplicable”, ese “amor inexplicable...”.

Pero el amor se puede explicar... lo que no se puede explicar es la sarta de estupideces que uno o miles de personas pueden cometer en nombre de ese “fanatismo”. Estupideces que pueden tornarse peligrosas cuando se extienden y multiplican en un grupo o masa humana... reacciones en cadena de fanáticos desenfrenados.

Otra expresión típica es la de declararse “fan” de un artista o un deportista, por ejemplo. Hasta se forman clubes de fans. Estos “fans” o cholulos, -como les llamamos aquí- con cierta pátina “crédula”, suele caer en obsesiones, y pasar a ser fanáticos, y suelen llegar a ser muy molestos precisamente para sus admirados, objetos de su fanatismo, incluso pueden llegar al punto de ser peligrosos para ese artista o deportista estrella. Recordemos el caso paradigmático de Johnn Lennon, asesinado por un desquiciado que declaró ser su “fan”. Otro hecho notorio que recuerdo de fanatismo es el de aquel caso de la secta liderada por Jim Jones ¿lo recuerdas?

Fue en noviembre de 1978, cuando en la Guyana obligó a 900 de sus fanáticos seguidores religiosos que se suicidaran en protesta por la visita del congresista Leo Ryan.

Yo creo, entonces, que el fanatismo no es inocente, y por eso, desde que lo comprendí, trato de no permitirle que se exprese en ningún aspecto de mi vida. Y hago lo posible por no manifestarme fanático por nada ni por nadie, porque creo que es un error por desmesura, un error que se multiplica, se generaliza, se vanaliza, se internaliza, se instala en nuestra dialéctica cotidiana y después sirve para justificar actos injustificables.

Como te decía, en nuestra sociedad, en esta comunidad social en la que convivimos, se suelen justificar ciertos fanatismos. Hablo del fanatismo socialmente tolerado, como el que se expresa en el fútbol, por ejemplo. Se suele decir que esos fanatismos supuestamente invocan a valores como la unión: “la unión hace la fuerza”, se suele decir.

También se habla de la lealtad “incondicional”. Se dice que allí, en el ámbito futbolero, es uno de los foros donde se aprende a defender los valores de grupo y hermandad, y se destaca el “compromiso” con el grupo de pertenencia.

Yo creo que nada de eso es verdad. Y digo que todo eso es jarabe de pico, pura mentira colectiva. Porque precisamente son esos grupos los que vemos, presos de su fanatismo, los que semana tras semana, protagonizan desmanes vergonzosos que pueden llegar al punto de costarle la vida a una o varias personas, ocultos cobardemente en la impunidad de la masa humana descontrolada. También es común ver a personas que en la vida cotidiana con sus amigos y vecinos son gente de lo más pacífica, pero al que le basta con subirse a una tribuna para que se transforme en un ser descontrolado, que insulta y grita desaforado, se pelea a golpes de puño, etc., etc.Y hasta puede llegar a perder amistades por discutir “fervosoramente” con algún amigo o familiar por “defender” a su divisa futbolera... Allá tendrás el mismo caso con los “tifosi”.

En una cancha de fútbol, la masa de fanáticos suele dedicarse más a insultar al adversario que a vivar a sus propios representantes deportivos. Expresando los sentimientos exactamente opuesto al espíritu deportivo.

Por lo tanto, no creo que esos ámbitos sean escuela de virtudes y valores que mejoren la convivencia. Porque si lo fueran, otra sería la historia de nuestra sociedad, otro país tendríamos, otro mundo tendríamos.

Ser “simpatizante” es otra cosa, pertenece a otra escala, porque nos permite cierta distancia con la cual podemos hacernos autocríticas superadoras, y así, SI, ser leales y constructivos. Más leales que aquellos que lo convalidan TODO, lo aplauden TODO, sin cuestionar nada, y dando pie a la impunidad, al todo vale, y donde los fines justifican cualquier medio para lograr los objetivos del “grupo” de fanáticos.

Un fanático es la persona que defiende una creencia o una opinión con gran vehemencia o pasión y se muestra intolerante y violento con los que NO OPINAN LO MISMO..

Es un ser furibundo, entusiasmado ciegamente por una cosa de modo obstinado, algunas veces indiscriminado y violento.

En casos extremos en los cuales el fanatismo supera la racionalidad, puede llegar a extremos peligrosos, como matar a seres humanos o encarcelarlos, torturarlos, eliminarlos y puede incluir como síntoma el deseo incondicional de imponer una creencia, considerada buena para el fanático o para un grupo de fanáticos.

Se produce la adhesión incondicional a sectas y facciones totalitarias políticas o religiosas, la entrega a un grupo, a personas posesivas.

Lo característico es que esas facciones o grupos tratan de disimular sus excesos, o negar que cometan excesos o exageraciones peligrosas. Es común que el fanatismo aparezca en forma de intenciones de aparente inocencia, o incluso disfrazadas de nacionalismos, o de patriotismos, o utilizando objetivos supuestamente nobles, enarbolando banderas de supuesta “unidad” popular, invocando la representación popular... se autoproclaman nacionales y populares, defensores populares.

Para el fanático no cabe el debate o la búsqueda común de la verdad. El fanático cree poseer la verdad de manera tajante. Afirma tener todas las respuestas y, en consecuencia, cree que no necesita seguir buscando la verdad a través del cuestionamiento de las propias ideas, y no acepta la crítica del otro, y dicen: “aquellos son todos puto, son!”, “son todos facho!” ... “Son todos de derecha, son!!!”.

El fanático, se caracteriza por su espíritu maniqueo: todo es blanco o todo es negro, sin medios tonos, todo bien o todo mal, todos conmigo o todos enemigos, y también se caracteriza por ser un gran enemigo de la libertad, porque las personas libres no se dejan fanatizar...

El alejamiento de la verdad, entonces, es una de las consecuencias del fanatismo...!

Los lugares donde impera, donde domina el fanatismo, son terrenos donde es difícil que prospere el conocimiento, porque la búsqueda del conocimiento implica estar abiertos al descubrimiento de la parte de verdad que tienen los demás, desde una posición de humildad intelectual de corte “socrático”, aquel método que utilizaba Sócrates, haciendo preguntas, cuestionándose todo para alcanzar una verdad.

En definitiva, el mundo fanático es un mundo contrario a la mudable naturaleza humana, ¿se entiende?... es una suerte de nihilismo, un descreimiento de todo, con un claro sentimiento destructivo hacia todo aquello que contradiga su dogma, ...y ya se sabe, que con una actitud dogmática resulta difícil -por no decir imposible- llegar muy lejos intelectualmente.

Pero existe una GRAN desventaja que tal vez resulte más contundente que la epistemológica o de los métodos del conocimiento científico: Es la desventaja que se comprueba a través de los hechos de la historia humana: y es que el fanatismo siempre ha conducido a guerras, muerte, destrucción y desastres.

Detrás de numerosos conflictos sociales, guerras, masacres, limpiezas étnicas e injusticias se halla la intolerancia de muchos fanáticos. Esto han coincidido en señalarlo todos los defensores de la tolerancia. El fanatismo suele ser uno de los factores culpables de esos males.

El fanatismo es el padre del autoritarismo: es el afán de imponer las propias creencias y de forzar a que todo el mundo adhiera a ella o será alineado en las filas “enemigas” de sus “justos y santos” objetivos.

Y por cierto. Percibo con preocupación que en la Argentina, en los últimos años, se viene dando cierta tendencia al fanatismo en el campo social y político, propiciado y usufructuado por el actual gobierno nacional.

Si bien uno puede, quiere y necesita ver que haya más participación política entre los argentinos, y especialmente entre los jóvenes, me preocupa seriamente ver que se están dando algunas expresiones de fanatismo que pueden llevarnos a nuevos fracasos, que pueden llevarnos a caer en los mismos errores de ayer, que pueden llevarnos a nuevas frustraciones ¡otra vez! Lo cual sería gravísimo e irreparable, y hasta imperdonable.

He visto y escuchado con demasiada frecuencia algunas voces recitando mal los típicos textos de panfletos viejos. He visto y escuchado algunas voces repitiendo mal consignas pseudo políticas en boca de quienes uno intuye que no sabe de lo que habla.

He visto y escuchado algunas voces invocando banderas clasistas, señalando al enemigo “oligarca”... Todos conceptos y epítetos que desconocía hasta que empezó a cobrar un subsidio o recibió algún beneficio prebendario... o que sueña y espera recibirlo después de haber “trabajado” en la campaña electoral última.

He visto y escuchado en voces de jóvenes militantes políticos, esgrimir fundamentos totalitarios, creyendo que defienden objetivos “nacionales y populares”.

He visto y escuchado el papel -o papelón- de los funcionarios y la platea de alcahuetes que todo lo aplauden en cada discurso de la Presidenta. Dando muestras de su torpe desmesura fanática.

Y he visto y escuchado a una presidenta de la Nación, que por un lado proclama la unión de los argentinos, pero a la vez enfervoriza a sus fanáticos con consignas tales como “vamos por todo”...

El fanático sostiene un dogma: la fe en una serie de verdades que no se cuestionan ni razonan y que por lo general se justifica por lo que dispone alguna autoridad... algún lider... cuya palabra es “sagrada”, es “ley”.., cayendo así en el fundamentalismo y extremismo.

Los fanáticos sostienen que ser fanático nos dará fervor para sostener valores constructivos.

Sin embargo pertenecemos a una sociedad donde domina la ley de menor esfuerzo, donde domina la corrupción, donde se premia al “vivo” y se castiga al honesto, donde se premia y se compra la frivolidad, y se desecha el pensamiento profundo. Donde se premia y se vota y se espera el facilismo, la prebenda, el regalo fácil, y se castiga el sacrificio, la constancia, el trabajo.

Donde se vota a los traficantes de influencias porque se sueña que donde domina la corrupción hay río revuelto y ganancia de pescadores oportunistas...

Declararse fanático, es declararse un agente de la desmesura. El fanatismo nos declara cautivos de objetivos ajenos y destructivos.

Creo que es bueno, y hasta muy sano, y liberador, que nadie cuente con nuestra aprobación automática para validar cualquier cosa y de cualquier modo.

Querida prima Bárbara:

La mañana está fría en Pigüé. Ha llovido en la madrugada. El otoño ya impera. Y aunque me gusta más el calor que el frío, el verano más que el invierno, no soy un fanático..., con abrigarme me bastará cuando llegue el invierno.

Entre tanto, allá en Italia, está llegando la primavera y luego llegará el verano.

Es una alegría que algunas cosas sigan como siempre...

Un bacio per tutti.

Aspetto con l`ansia la vostra lettera seguente.

Claudio.

Claudio Camerucci. Lunes 26 de Marzo de 2012. En Pigüé, columna editorial para el programa “Siempre que llovió, paró” - FM Aveyron 99.1 mhz. – www.fmaveyron.com.ar

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