Archivo del blog

sábado, 12 de junio de 2010

Mensaje al mar

Ayer, como todos los días, fui a trotar a la playa de mi barrio, en Mar del Plata.
Me gusta correr junto al agua del mar, incluso con los pies descalzos, y sentir así que me refresca los pies y las piernas, y también el agua logra amortiguar mi pasos en la arena, además siento que logro una comunicación con el poderoso mar que rompe sus olas a pocos metros.
El trayecto es de unos cien metros aproximadamente entre espigón y espigón de rocas. Voy y vengo junto al agua, no sólo trotando, sino viendo el mar, el horizonte, las olas, la arena, los caracoles sobre la arena, también -hay que decirlo aunque no sea tan romántico- la basura que el mar arroja, y respiro profundo el aire marino mientras disfruto del ambiente.
De pronto veo en una roca del espigón que hay un rollito de papel atado con un elástico o colete de los que usan las mujeres para sujetarse el cabello, y detengo mi trote.

Muy cerca veo otro papel en la arena, de mayor tamaño, apenas arrollado pero sin atar.
Pensé rápidamente que se trataría de algún "mensaje íntimo" o algo así, de esas cosas que se suelen hacer frente al mar y tal vez relacionado con algún desengaño amoroso, algún poema de un amor no correspondido, o incluso pensé en algún rito pseudo religioso o supersticioso.
Y dudé en abrirlo, de algún modo no quise agredir esa intimidad. Pero no pude con mi curiosidad. Además, pensé: -Luego lo vuelvo a enrollar y lo dejo como estaba...
Al abrirlo me encuentro con una escritura hecha en lápiz.
Pero estaba escrito en una lengua desconocida para mí. Algunas palabras parecían escritas en inglés, pero no. Muchas palabras parecían la transcripción de una lengua que me sonaba a africana, con terminaciones como "angalele" o similares.
Enseguida recordé que en Mar del Plata hay africanos, sobre todo en verano, muchos senegaleses y nigerianos que venden bijouterie en las playas. Algunos incluso se han radicado definitivamente aquí.
Entonces, todo lo que había supuesto sobre el contenido del papel se me había borrado de la mente. Y supuse ahora que podía tratarse de un mensaje a través del mar hacia tierras muy lejanas, allí donde pueden estar familiares, amigos, amores, el corazón, la mente, la vida entera.
En esas palabras redactadas en oraciones cortas, casi como en versos, incomprensibles para mí, intentaba adivinar el mensaje, seguramente triste, seguramente melancólico y hasta dramático de alguien que estaba muy lejos de su hogar, en una tierra tan extraña, en una cultura tan extraña a su alma y hasta para su cuerpo.
Sabiendo de qué se trataba por experiencias propias de mi vida, sabiendo que era cosa seria, dolorosa, volví a enrollar el papel, cuidadosamente, casi con unción volví a atarlo y lo deposité en la roca con una actitud de respeto y hasta de cariño.
Allí quedó para que la pleamar de la noche se lo lleve y cumpla con el rito triste de un alma en pena que transita por estas tierras añorando su hogar, su gente, aquella vida que dejó al otro lado de este gigante marino.

Claudio Camerucci
junio de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario